El aire que respiramos se compone básicamente de nitrógeno y oxígeno. Ambos elementos permanecen en estado gaseoso en las temperaturas y presiones encontradas en sistemas de refrigeración comercial.
Dado que el aire no es condensable, quedará retenido normalmente en la parte alta del condensador y tanque de líquido. Durante la operación del compresor, la presión de descarga será una combinación de la presión de condensación del refrigerante más la presión ejercida por el nitrógeno y el oxígeno. Cuando se comprueba en un sistema una elevación de presión de condensación, la primera sospechosa es de aire en el sistema.
El nitrógeno es un gas inerte y no produce fácilmente reacciones químicas. El oxígeno es justamente el inverso, pudiendo, en la menor oportunidad, combinarse con otros elementos. La oxidación, la corrosión y la quema son los procesos comunes de oxidación. En el sistema de refrigeración, humedad y oxígeno, pueden atacar el refrigerante y el aceite, causando corrosión, deposición de cobre, formación de ácidos, sedimentación y otras reacciones perjudiciales. Las pruebas realizadas han evidenciado que, en presencia de calor, la combinación aire-humedad es más apta para causar descomposición de la mezcla del fluido refrigerante y aceite que grandes cantidades de humedad por sí solas.
Como no se trata de humedad y sí de aire, no hay ningún filtro que pueda eliminar este aire residual a un nivel suficientemente pequeño para asegurar una perfecta operación del sistema. La evacuación del sistema es el único medio seguro y efectivo de realizar la remoción de aire del sistema.